Romance
Sobre el devenir, sobre el devenir hablaron muchos,algunos más acertadamente que otros. Nacer y morir, no hay cosa más extraña que exista. Sin una no existe la otra, como un apasionado romance. Y nosotros, nosotros vivimos entre él, nos alegramos unos más que otros de él. Ay si yo fuera la muerte!, me vestiría de blanco y sería nacimiento, pero entonces el Nacer, deseoso de romance, acabaría muriendo. Y si fuera Nacer , nacería muerto, para estar más cerca del romance de la vida que nos confiere lamentos. Lamentos que son palpitares de pasión, pasión de amores muertos, de vivas muertas. Y entre toda esta pasión cabe todo, nuevas vidas y nuevas muertes. A veces pienso que el más apasionado es quien no teme renacer, y que tampoco rehuye el morir, porque estando cerca de ambos, sabe que su romance está más vivo que nunca.
Entre tanto llanto y tanta sonrisa, a veces estamos más cerca de nacer, y otras más cerca de morir. Siempre nos identificamos en un romance con una de las partes más que con la otra, o al menos tendemos a ver una de las partes más razonable que la otra, como confiriéndonos protagonismo en la propia historia. Luego la realidad nos habla con otra dulzura, más cercana a lo agrio que a lo delicioso. Lo sentido nos habla con otras palabras más persuasivas.
Quizá el nacer y el morir no sean más que un apasionado romance al que nadie deja indiferente, un amor eterno en donde entre dos pechos inseparables, nació su pródiga hija la Vida, que sólo entiende de romances de vida y muerte.
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